lunes, septiembre 29, 2008

PAUL NEWMAN HA MUERTO

-Dedicado a Frid-

Cuando escribo obituarios suelo titular “Adiós menganito”. Nótese la diferencia entre ese titular y el que han leído. Saber que Newman ya no está entre nosotros es suficientemente triste como para no seguir tecleando. Bastaría con escribir esas cuatro palabras, poner una foto suya al lado y tomarse un pelotazo.

Pero voy a intentarlo. En los ochenta arrasó esa canción que hablaba de los ojos de Bette Davis, pero nadie compuso una hablando de los de Newman, que en 1958 se juntaron con la mirada violeta de la Taylor en La gata sobre el tejado de zink. La de dios. Sobre Newman, el autor de esta inmensa obra, Tennessee Williams, dijo: “Es extraordinario. Le cuesta mucho entrar en un papel, pero cuando por fin lo consigue, es maravilloso”.

Es cierto que le costó. Newman estuvo muy lejos de parecerse a actores metódicos y camaleones como Brando o Dean, que deslumbraron desde su primera película, pero ni falta que le hizo. Newman, que también venía de la escuela del método, tenía una presencia en pantalla honesta, sin trampa ni cartón, sin zarandajas interpretativas, pero a la vez era una star como la copa de un pino. Hay estrellas y hay actores y hay estrellas que milagrosamente son actores, como Newman.

Y no lo tuvo fácil, tuvo que demostrarlo constantemente. Tras trabajos magníficos como Marcado por el odio, El buscavidas, El largo y cálido verano, Dulce pájaro de juventud, Hud o La leyenda del indomable, tras las gloriosas Dos hombres y un destino o El golpe, la estrella de Newman menguó. Cuando en los setenta, en pleno auge de las películas catastrofistas, protagonizó El coloso en llamas, su carrera estaba en un brete. La industria cambiaba, el cine se volvía más inmaduro, nuevos valores eran mejor considerados y muchos pensaban que Newman vivía en el crepúsculo de su carrera.

En los ochenta Sidney Lumet pensó en él para interpretar a Frank Galvin, un abogado alcohólico que encuentra la redención en un caso de negligencia médica. Si hubiera una sola razón para adorar a Newman, pondría esta película como ejemplo. Este trabajo, este personaje. Su mejor película. Desde que lo vemos jugando a una máquina de pinball, en el primer plano del film, toda la tremenda humanidad de Newman, toda la carga que lleva detrás, se apodera del film. Años más tarde, volvió a surgir el milagro en un film no tan inmenso pero brillante: Ni un pelo de tonto, de Robert Benton.

Lumet, que gozó trabajando, conviviendo con él, lo definió así: “Sube las escaleras lentamente, con todo el peso del mundo sobre sus hombros, se pone gotas en los ojos y hace un chiste malo. Luego abre su guión y empieza a estudiarlo. Paul lleva una de las vidas más honradas y desinteresadas que he visto nunca. Ha creado marcas de palomitas y aderezos varios para ensaladas, entre otros productos, cuyos beneficios destina a obras de caridad, que ayudan a personas a veces ignoradas por otras instituciones benéficas. Con eso y su trabajo en el cine tiene su día ocupado. Pero llega a todo y nunca parece sometido a presión”.

La faceta benéfica de Newman nunca sonó a pega, a lavado de imagen. Era, sencillamente, un buen tío y un profesional. Cualquiera que repase libros de memorias o extras de dvd´s lo puede confirmar en boca de quienes los conocieron o compartieron plató con él.

Pumares también me habló en una ocasión de la profesionalidad de Newman. Carlos cubría para Antena 3 la entrega de los Oscar y tuvo la suerte de que le dejasen entrara a ver los ensayos de la gala. Entre jóvenes caras conocidas y estrellas fugaces, descubrió a Paul Newman y a Liz Taylor sentados amigablemente, ensayando su guión, muy formalitos, muy profesionales. A Pumares le sorprendió su absoluta falta de divismo, de jactancia. Le llamó la atención verlos como unos más entre bastidores. Intuyo que así fue Paul Newman.

Con él se va un estilo de hacer cine. Tuvo la inmensa suerte de trabajar con grandes como Lumet, Brooks, Hitchcock, Roy Hill, Penn, Rossen o Scorsese. Y viceversa, claro. Ya no hay gente como Newman. Ni en el cine, ni en la calle. Hoy se hace cine sólo para hacer dinero y en ese proceso sólo por casualidad nacen algunas películas y algunos grandes actores. El cine la palma y mejor que Newman no esté aquí para vivirlo.

Me voy a poner un gintonic y, por enésima vez, Veredicto final.

Post data: Coincidieron en El largo y cálido verano. Cincuenta años juntos. De ella dijo: “¿Adulterio? ¿Para qué querría una hamburguesa fuera si tengo un solomillo en casa?”. Si hoy siento pena por alguien, es por Joanne Woodward.

Escrito la madrugada del sábado 27 de septiembre de 2008.

2 comentarios:

fridwulfa dijo...

Triste. Muy triste.
La verdad es que no se puede explicar con palabras, ni lo que se siente ni lo que ha significado este señor en más de sesenta años de cine y en más de 40 años de obras benéficas, solidaridad y compromiso social.

Leo dijo...

Bueno, pues ya has dicho todo lo que había que decir Y cuando se hace público un suceso como este yo vuelvo a plantearme lo mismo, aunque suene reiterativo y pesado: ¿Y ahora qué?. Porque decesos como el de Newman son doblemente tristes: se ha muerto un tío grande de verdad, pero lo peor es que no viene nadie por detrás del que se pueda decir que, al menos en parte, podría recoger el testigo.

Efectivamente: con gente así se va también una parte de la escasa grandeza que todavía le queda al cine.