miércoles, diciembre 29, 2010

Derechos, deberes, cordura

Deberíamos pedir un poco de sosiego y de diálogo a cuenta de la defenestrada Ley Sinde. No es bueno ni el “tengo derecho a bajármelo todo y sin límites, que tu cine es una puta basura subvencionada que ya he pagado con mis impuestos y el canon”, ni el “mis películas están siendo robadas por desalmados que pisotean mis derechos de autor y quitan el pan de la boca a mis hijos”. Con razón, un tío que estrena peli está acojonado con el daño que puede hacerle una descarga en internet. Con razón, un tío que se descarga pelis está acojonado ante las amenazas de cierre de webs.

Aunque el discurso de los peliculeros se base en la supervivencia mercantil, el epicentro del terremoto que está arrasando su sistema industrial es el de los derechos de autor, protegidos con cánones, policías o jueces. Los que viven del cine piden eso, “derecho a vivir de sus obras”. Hay quien ha escrito que tienen derecho a HACERLAS, no a VIVIR de ellas. Me parece una tesis tan respetable como debatible.

Hace décadas, a un tipo se le ocurrieron los conceptos de “propiedad intelectual” y de “derecho de autor”. Gracias a ellos, muchos pudieron vivir de sus obras, pero por su culpa la cultura mundial fue mucho más pobre. Sin los abusos que llegaron con el concepto de autor podrían haberse retroalimentado miles de autores, y el cine hubiese chupado del cine, la música o la literatura logrando unas ecuaciones creativas ilimitadas. Se hizo de lo intelectual una propiedad y abortó posibilidades creativas incalculables.

No soy admirador de Godard, pero me gusta leerle porque es un tipo que no sólo hace cine, también lo piensa. Godard, octogenario que no reclama NINGÚN derecho de autor a los que utilizan las imágenes de sus películas, ha dicho: “El derecho de autor no tiene razón de ser. Yo no tengo derechos, tengo deberes. No hay propiedad intelectual. Estoy en contra de la herencia. No me parece muy normal que los hijos de Ravel perciban los beneficios del Bolero. En la ciencia ningún científico paga derechos por utilizar la fórmula elaborada por un colega. Esto es un derecho asumido que en el cine no existe”.

Hoy el deber del cineasta es cambiar sin aferrarse al viejo concepto de derecho de autor. Si los cines cierran por ruinosos, no habrá que hacer carísimas películas para los cines. Si la tele está en auge, habrá que hacer más y mejor televisión. Si falla la financiación tradicional, habrá que buscar fórmulas como el placement o el crowfunding. Si las subvenciones “culturales” tienen mala fama, habrá que proponer las industriales. Si se lleva el gratis total en la red, habrá que intentar hacerle la competencia con portales brillantes y competitivos o con ediciones económicas y de gran calidad. Y, sí, habrá que chapar las webs que se forran con el trabajo de otros, no las que intercambian contenidos sin ánimo de lucro.

Un poco de cordura entre todos no vendría nada mal, aunque veo la cosa bastante jodida. Escrito la noche del lunes 27 de diciembre de 2010.

2 comentarios:

A. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
A. dijo...

Hay algo que se suele escapar en casi todas las reflexiones que giran en torno al temita de marras... y es lo siguiente:

Los que viven del cine piden eso, “derecho a vivir de sus obras”.

Y yo digo que vivirán de sus obras SIEMPRE Y CUANDO el público, los consumidores, el Juanito de a pie, la sociedad, los aficionados, tú, él, ella y yo permitamos que vivan de ellas, ¿o no? ¿De qué narices están hablando? ¿Desde cuándo un sector tiene "derecho" a reivindicar que su trabajo les genere unos beneficios mínimos para sobrevivir? Será la sociedad la que decida si quiere sustentar ese trabajo, si le es necesario, si le renta.

Y es que esta actitud me resulta tan acojonante como si yo pretendiese abrir una pastelería en un pueblo de diabéticos, y encima me reservase el derecho a la rabieta porque NO puedo vivir de mi trabajo.

Señores, si el negocio ya no renta, hay dos opciones:
1. Dejar de hacer pasteles. Así de claro, así de peliagudo.
2. Sustituir el azúcar por la sacarina.

Aquí el que no tiene algo que ofrecer tiene un pase asegurado para el arroyo. Lo que no se puede (y es que me parece de una cara dura considerable) es exigir a la peña que haga rentable un modelo de negocio obsoleto, por el que clara y llanamente la sociedad ya no está dispuesta a bajarse los pantalones. Porque hay alternativas, porque existe la sacarina y los pasteleros de turno todavía no parecen haberse enterado.

Salut.