viernes, marzo 04, 2011

La deuvedeteca pública

¿Cómo se llamaría el lugar donde se prestan y devuelven películas? ¿Filmoteca pública? ¿Deuvedeteca pública? ¿Videoclub público? Y escribo “llamaría” porque no existe. Sí, se pueden alquilar películas en algunas bibliotecas, mediatecas o centros culturales pero no existen, que yo sepa, centros públicos dedicados exclusivamente al almacenamiento, archivo, clasificación y préstamo gratuito de películas.

Habría que inventar la deuvedeteca pública. A falta de imaginación y de consejo de un lingüista me conformo ahora con este nombre. Habría que ofrecer al ciudadano un lugar donde descubrir o recuperar gratuitamente el cine mudo, las vanguardias de los veinte, a los grandes clásicos que conformaron el lenguaje del cine, a los que en los sesenta lo transformaron, al cine de festivales o a nuestro cine.

¡Y lo fácil que sería! En España se editan unos 6.000 libros al año, un volumen que pocas bibliotecas pueden asumir. Pero se producen como mucho, y ya son demasiadas, 150 películas. La deuvedeteca podría hacerse con todas ellas, además de otras muchas extranjeras. Y debería, además, hacerse con ellas GRATIS. Porque la gran mayoría de las películas producidas en España están subvencionadas por todos nosotros. Es decir: por los que disfrutaríamos de la peliteca pública. Estoy hablando de un intercambio de películas legal: hemos ayudado a financiar tu peli y ahora nos la vamos a ver gratis en la peliteca pública del barrio. ¿No sería justo y genial?

Igual que es accesible y gratuita la obra de Quevedo o Reverte, también debería ser accesible y gratuita la obra de Buñuel o de Almodóvar. Y con más razón: Los españoles no financiamos a Quevedo pero sí a Almodóvar. Pero, ay amigos, en un país donde se recauda por derechos de autor hasta en los colegios y donde la ministra de cultura es uno de los miembros más activos del lobby peliculero esto nunca será posible. Escrito el domingo 20 de enero de 2011.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Existiendo Internet es una opción obsoleta. Mucho gasto en material y en gente y no hay tanta demanda.
De todas maneras que hasta los videoclubs fueran un servicio público es algo triste; nos convierte en un país de funcionarios. ¿O ya lo somos?