martes, abril 17, 2012

A remar, y a callar

El rey campechano se fue de caza en “viaje privado” a despilfarrar de “su” dinero matando a un pobre elefante. Juancar se hizo pupita, y sólo por eso, por la lesión, nos enteramos de su costosísimo safari. Que si no… La noticia incendió la red, que proclamó la vuelta de la república y el fin del Borbón chupón. Ya saben: mucho “comparto”, mucho “me gusta”, mucho “hacer retweet” y su puta madre pero todo de boca, o de tecla, que es lo que generalmente se hace en las revueltas cibernéticas.
Y me incluyo entre el ganado.


Cada día me levanto con un abuso o un atropello y compruebo, triste y asqueado, que no existe canalización física para la ira, para el enfrentamiento, para decirles YA BASTA, HIJOS DE PUTA. Nueva ayuda a la banca de 50.000 millones mientras se anuncia un recorte de 10.000 menos en educación y sanidad, criminalización fascista de la legítima protesta callejera por parte del Ministro del Interior, un Ministro de Educación que dice que las aulas masificadas “ayudan a la socialización”… Así semana tras semana. Casi día a día.

Ante tamaña impunidad y carentes de un motín social que los ampare, algunos han optado por quitarse de en medio. De quitarse la vida, quiero decir. Hace pocos días el dueño de un bar de Benicarló se pegó un tiro “por las deudas”. El propietario del local le reclamaba la pasta del alquiler y el desgraciado se voló la cabeza. Lo mismo hizo Dimitris Christoulas, jubilado griego que se pegó un tiro delante de su Parlamento. Y, como escribía Ángela Vallvey, esto nada tiene que ver con la crisis del 29. En aquel crack “se suicidaron unos pocos banqueros y especuladores y, en la presente, muchos jubilados y otra pobre gente”. Y lo que nos queda por presenciar.

Todos estos acontecimientos me recuerdan a la versión del año 62 de Rebelión a bordo. En ella William Bligh (Trevor Howard) es un sádico capitán de barco que no duda en sacrificar a su tripulación, marinería que debe inmolarse por un fin: llegar al objetivo marcado por sus superiores. Ante las brutales e inhumanas medidas de Bligh, su segundo de abordo, Fletcher Christian (Marlon Brando), contiene su ira, se muerde los dientes, aguanta. Pero siempre que muere alguien a bordo, ante cada acto del sádico capitán, el marinero John Mills (Richard Harris) se acerca a Christian y le enumera cada muerto, cada sacrificado, cada víctima: Unos, dos, tres… Hasta que finalmente Christian revienta, desenfunda, amenaza al capitán y se hace con el barco.

Desgraciadamente, aquí no hay un Fletcher Christian para desenfundar, ni un John Mills para provocarlo. Aquí en España, un país insolidario, cainita, salvaje y brutal, no va a haber rebelión alguna, ni regeneración democracia verdadera, ni una solución humana y social al caos. Por eso el sadismo financiero y gubernamental continuará. Y el que tenga huevos que abandone el barco. El resto a remar, y a callar. Escrito el sábado 14 de abril de 2012.

2 comentarios:

Weidner dijo...

Yo no tomaría como ejemplo la historia de la Bounty sabiendo que sucedió después del motín. La tripulación amotinada abandonó a su suerte al capitán y a los oficiales en un bote a la deriva en medio del océano. No sabemos si Fletcher se solidarizó con la marinería o si se unió a los amotinados para evitar morir perdido en el océano con los otros 16 oficiales. Pero contra todo pronóstico, Bligh consiguió navegar 3000 millas (se dice pronto) hasta llevar el bote a puerto, donde llegaron todos vivos. Años después fue nombrado gobernador de Nueva Gales del Sur, en Australia.

Fletcher y los amotinados corrieron peor suerte. 16 años después del suceso otro barco británico encontró la isla donde se refugió la Bounty comprobando que allí quedaba solo un superviviente y varios niños mestizos.

¿Cual fue la mejor opción, la de Fletcher o la de los otros 15 oficiales?

Morgray dijo...

Somos como somos, Iván. Lo llevamos en la sangre desde hace más de 2.000 años. Recuerda lo que les pasó a los romanos. Hispania: la primera provincia del Imperio, pero la última en pacificarse.
Aquí siempre es "o Juan o Juanillo", todo o nada. De momento, la población a ver Sálvame y el fútbol... Hasta que esto reviente y arda Troya. Espero que no lleguemos a eso, aunque me temo que veremos muchas desgracias.

Saludos.